Por Ana Na
En su cumpleaños número 19, el dúo ofreció un concierto íntimo en Casa Vicente, el que destacó el bajo perfil de los músicos, un sello propio.
La previa
La red social
de Facebook anunció que sería el 19º cumpleaños del Dúo Malosetti Goldman y
para la ocasión se haría un concierto en Casa Vicente, con reservas por mail
para poder asistir.
Raúl Malosetti
había sido mi profesor de guitarra en una época muy especial para mí. Fue mi
terapia acudir a sus clases, su música me liberaba de malos pensamientos y me
divertía mucho participar en un grupo de música. Si bien había participado de
cumpleaños anteriores y otros recitales no resistí la tentación de volver a
verlos.
Hice las
reservas casi con un mes de anticipación, iría con un amigo que también era fanático
del Dúo.
Después de una
larga espera de días por fin llegó el sábado 8 de agosto. Me encontré con mi
amigo y fuimos a la calle Enrique Martínez, en Colegiales.
El día fue
medio lluvioso e inestable, mucha humedad en Buenos Aires, esa llovizna que
molesta y no moja.
Llegamos al
lugar casi media hora antes, ansiosos de llegar a tiempo. La casa no decía nada,
era una casa particular sin carteles ni anuncios y al escuchar el sonido del
charango nos dimos cuenta de que ése era el lugar. La puerta de madera de la
antigua casa no tenía timbre, sólo un llamador que golpeaba la puerta con el
impulso de la mano. “Toc…toc…”. Un joven me atendió y dijo si podíamos esperar
en la vereda ya que estaban terminando los arreglos del lugar.
No había nadie
aún, pero de a poco se fue convocando la gente en el lugar y de pronto salió de
un auto una mujer joven que se dirigía a mí. No la reconocí. Al principio pensé
que acudía a nosotros para preguntar algo. Era Fabiana, una vieja amiga que
también estaba conmigo en el grupo de guitarra. ¡Qué abrazo tan fuerte nos
dimos! Hacía más de dos años que no la veía y también venía al evento junto a
su marido.
Nos abrieron
la puerta y ya éramos más de una decena de personas, que no me parecía mucho.
Santiago,
quien se comunicaba conmigo por mail para las reservas, fue quien nos atendió y
muy gentilmente nos hizo pasar a la casa ofreciéndonos una ubicación y si
deseábamos comer o tomar algo.
Nos ubicamos en unos asientos de piedra con
almohadones pegados a la pared. Había muchas sillas rústicas y más almohadones
por el piso. Un living. Cálido decorado con instrumentos en las bibliotecas,
guitarras colgadas en la pared, bombos, tamborines y otros instrumentos
diferentes tipos por todos lados.
Una puerta
comunicaba con un hermoso patio lleno de plantas y allí estaba Raúl con su
señora Claudia. Le tapé los ojos para que adivinara quién era. Después de
varios intentos y nombres pronunció el mío. Nos abrazamos con mucho afecto y
alegría al igual que con su señora. Nos contamos como estábamos tanto uno como
el otro y la gente fue llegando a saludarlo, por eso me aparté.
Fuimos a la
cocina donde servían bebidas y sánguches calientes tipo gourmet, nos atendieron
y en el patio estuvimos hasta que la gente comenzó a acomodarse para el show.
Qué sorpresa,
cada vez más gente en la casa. El living estaba completo y hasta nos ocuparon
nuestros asientos, que por supuesto nos devolvieron. Gente joven, mediana y
adulta; hasta niños había. Me pareció increíble cómo se colmó la casa.
El espacio de
Casa Vicente se llamaba “Música en el Living”.
Una vez todos sentados, Santiago tomó el micrófono,
nos dio la bienvenida y anunció el comienzo del evento. Las luces se fueron
apagando y quedó un clima de armonía con luz difusa detrás de los músicos.
El show
El show
Comenzaron a sonar las cuerdas de la guitarra y del charango, el silencio del público fue absoluto.
Me transporté
con la música como si hubiera estado en una nave que me llevaba muy alto al sinfín
de las estrellas. Cada tema era una ovación.
Surgían
comentarios de Rolando Goldman, muy graciosos, acompañados por los de Raúl.
Cada tema que
interpretaban era anunciado por su título y una cierta explicación del porqué
del título, algunas veces muy simpáticas. La interpretación me transmitía todos
los estados de ánimo que lo relacionaban con su nombre.
Me fundí en el
espacio. Como sin sentir que el tiempo transcurría. Cada vez más me integraba a
la música. Fue una sensación muy intensa.
Me hizo vibrar hasta la fibra más oculta como siempre
que los escuché.
No puedo recordar cuantos temas ejecutaron pero para
mí era como si recién comenzara el espectáculo.
Anunciaron la
última canción y no podía creer que ya había llegado el fin.
Quedé sin
aliento en algunas interpretaciones. La verdad que me sentí poseída.
Tocaron el
último tema y el público y yo pedimos más, todos de pie aplaudiendo el mejor de
los conciertos.
Volvieron a
sentarse y nuevamente el sonido de las cuerdas acariciaba mis oídos.
Fue tal la
concentración que se olvidaron de que era el cumpleaños.
En medio de risas
cantamos todos juntos el “Feliz cumpleaños” que se canta en el norte, que nada
tiene de relación con el tradicional canto que solemos cantar. Mucho más
emotivo y gracioso y también participativo con el público.
Llego la
torta. Soplaron las velitas y pensaron en lugar de tres deseos uno y medio cada
uno. Eran dos, el Dúo Malosetti Goldman, que por tantos escenarios del mundo y
de la Argentina recorrieron manteniendo siempre el mismo bajo perfil.
Hasta
comentaron que su música fue elegida para fondo de varias películas
documentales muy reconocidas.
Merecido
aplauso.
Brindis con
ellos.
Comentarios
alusivos y otros personales.
Es como si
hubieran hecho un show en familia en la sala del living.