jueves, 25 de agosto de 2016

Santiago Loza: "Escribir es una conquista"



El dramaturgo y cineasta nos visitó en uno de nuestros encuentros en el Taller de Periodismo de ELBA. Compartió una charla sobre su pasión por la escritura, sus pudores a la hora de hacerlo y personajes comunes que tienen cosas extraordinarias para decir.


Por Pamela Almirón

  Durante un encuentro en el espacio del Taller de Periodismo de ELBA, en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, él se muestra tal como es. A pesar de ser un reconocido dramaturgo, Santiago Loza no está subido a ningún poni. Habla rápido en medio de una tormenta de ideas, que lejos de confundir deja frases para encuadrar continuamente. Por momentos se lo ve algo nervioso, pero luego, progresivamente, se va desenvolviendo.


 El dramaturgo empezó a armar lo laboral muy a duras penas: "Trabajé siempre, pero de otras cosas. Últimamente vivo más de la escritura". Egresó de la carrera de guión en la ENERC. Trabajó como docente en escuelas de cine. Luego, se dedicó al guión para cine y TV. Dirigió y escribió la miniserie Doce casas; películas como Extraño y Rosa Patria, entre otras; y obras como Todo verde y la actual Esplendor. También publicó un libro llamado Textos reunidos, que incluye casi todas sus obras más importantes.

  "Siempre de alguna manera necesité la ficción para poner algo de mi persona. Por situación de mucha timidez, fobia social o lo que sea. De alguna manera, es hablar como disfrazado", se presenta el cordobés. "El maestro Mauricio Kartun dice que el que escribe ficción o dramaturgia siempre es un travesti literario", cita.

-Tu voz está intermediada por el personaje ¿no?
-Necesité escribir, armar personajes, y eso me permitió ser más yo. En la vida cotidiana me pierdo. No sé si les pasa a todos. No entiendo bien lo que pasa, lo que me pasa, lo que viene. Y al escribir algo de eso se empieza ordenar. La escritura te da un orden que no tiene lo cotidiano, le otorga un sentido a la vida que a veces no lo encontras tan fácil. Y al armar un personaje que no sos vos, te corre de tu lógica, de tu forma de pensar, de tus trampas.

-¿Te descubrís a vos mismo en el proceso de escritura?
-Cuando trabajo en un proyecto me trae cierto mundo, ingreso y me lo apropio. Pero siempre necesito pensar quién es el personaje, observando en la calle, en lo cotidiano o en el recuerdo. El personaje adquiere una lógica autónoma a la de uno. El descubrimiento es que él empieza a hablar. Cuando ingresás en esa lógica te descubrís. El personaje hace algo que uno no haría el ámbito social, porque está totalmente vedado, prohibido o no se puede. El personaje logra hacer un avance sobre ciertas situaciones ficcionales. De alguna manera la ficción se nutre de actos que están prohibidos.

-¿Te sorprendés cuando escribís?
-Cuando escribís siempre hay algo que te sorprende. Porque si supiera lo que voy a escribir no lo escribo. Vas descubriendo. Es como entrar a una casa que está un poco oscura y vas prendiendo luces e iluminando. No sabés lo que hay. Y siempre sabés que va a haber un cuarto de esa casa al que no vas a acceder, que va a estar cerrado. Para mí ésa es la condición: no todo lo vas a descubrir, por más que quieras no vas a poder. Porque hay una zona del personaje, y aún de nosotros mismos, que está vedada. Y esa zona hace que uno quiera saber más. 

-¿Qué te es más fácil? ¿Ponerte en el personaje de mujer o en el personaje de hombre? 

-El personaje femenino me interesa mucho más. Me parece que tiene una capacidad de exposición emocional que lo masculino no tiene. Tiene una relación, un vínculo con el dolor más animal, más visceral, más misterioso. Desde la cosa más básica de dar vida o menstruar. Viví en un circulo rodeado de hermanas. La mujer se permite expresar algo que el hombre no se permite. Pero, a la vez, mis personajes no son mujeres. El personaje es mucho más simple que la persona. No tiene psiquis. Es como una pulsión. A veces me preguntan "¿escribís para hombres o mujeres?" Escribo personajes. Y estos son ridículos en términos psicológicos. No tienen pasado ni futuro. Viven lo que vive el relato.

-¿Hay un trabajo con la seguridad de las propias emociones a la hora de encarar la escritura?

-Sí. Aunque esa seguridad sea una gran duda. Vengo de una familia numerosa y no había lugar para la escritura. Era raro sentarte a escribir. Parecía que estabas perdiendo el tiempo. Es una zona privada, algunas certezas vas desarrollando y el resto son todas dudas. Trabajo sobre un campo con una gran incertidumbre, que a la vez te hace avanzar. La escritura no tiene garantía. Cuando te sentás a escribir, no te garantiza que eso que vaya a funcionar, que vaya a estar bien, que guste. Nunca (risas).

-Tenés que estar confiado de tus sentimientos, de tu sensibilidad para escribir ¿no?

-Sí, me da pudor, porque soy alguien muy inseguro. Yo no confío mucho. Tengo muchos complejos, como todos. Primero, no está la mirada del otro cuando uno escribe. Uno no está juzgado. Yo me siento muy pleno escribiendo finalmente.

-Dentro de tu escritura el escenario es más bien pueblerino. Los personajes parecen muy comunes.
-Sí. Son muy reconocibles, muy accesibles. Personajes muy ordinarios a los que les sucede algo extraordinario y tienen la necesidad urgente de decir. Toda persona tiene una particularidad y un mundo. Nos han hecho creer que ciertos personajes son de determinada forma. Uno pelea con esa idea. En lo social nos aferramos a ideas comunes. Tratamos, porque para entendernos tenemos que hacer acuerdos comunes. Pero lo privado no es común. Si la gente ya hace cosas rarísimas, ¿cómo no lo van a hacer los personajes? La mente tiene algo salvaje, no está del todo domado. Yo creo que la escritura trabaja sobre esas zonas que no están exploradas. Es como un animal, un caballo un poco desbocado que la ficción va conduciendo.

-¿Cómo era tu relación con la escritura cuando eras chico?
-De nene y de adolescente era muy mal alumno, realmente muy malo. Y más o menos me gustaba leer y escribir. Lo que me sorprende con la escritura es que cuando armás un cuento, un relato, decís "¡ah, pude armar algo que tiene forma!" Es que uno ha sido tan desordenado que resulta muy raro, es fuerte. Es una conquista escribir.

-¿Todos los días escribís un poco?
-Sí, todos los días, un rato, media hora... Pero soy muy vueltero. Me cuesta mucho escribir, sentarme, concentrarme. Algunas veces me pasa que cuando trato de corregir no vuelvo a escuchar esa sintonía del personaje. Se me fue. Siento que a veces la reescritura le quita fuerza, pero eso depende de cada uno. He visto gente que con la reescritura encuentra realmente la obra y es impresionante.

-Por como avanzan ciertos textos da la sensación de que no sos de borrar.
-Me cuesta mucho. No es buen ejemplo, uno debería corregir. No corrijo tanto. Tengo que revisar para ver si no es incoherente y probablemente tenga que reformular. En Todo verde, por ejemplo, no sabía qué iba a suceder al final. No sabía a quién le hablaba ella. Reformulé algo del comienzo, porque una cosa es sorprender y otra cosa es jugar a ser tramposo. No me acuerdo quién decía que cuando uno ve el final tiene que ser impredecible, te tiene que sorprender y al mismo tiempo no podría haber ocurrido de otra manera. Eso debería pasar con los buenos finales. Sobre todo en el cuento, en el relato más breve.




NUEVOS PROYECTOS
 
  Entre sus nuevos proyectos, Loza se encuentra escribiendo guiones de dibujos animados. Se trata de dos perros que están en la Luna. Con características particulares: uno es gruñón y el otro vanidoso.   También hace poco termino de escribir una novela corta, titulada Historia del hombre que duerme a mi lado. La trama es sobre una madre que se instala en la casa de su hijo y va apropiándose del lugar. Loza había empezado a escribirla hace cinco años, desde la voz del hijo, pero no avanzaba con la historia. Entonces probó el año pasado escribiendo desde la voz de la madre, una doña mala, dinamita pura e insoportable. Consiguió hacer aparecer un humor que no había en el relato. A la vez, logró redescubrir el personaje del hijo, más cercano a la personalidad de Loza. 

TRAS LOS MUROS  
  En 2013 Santiago Loza y la escritora Selva Almada realizaron un taller de escritura en el pabellón de travestis y chicas trans, en el Complejo 1 de la cárcel de Ezeiza. Al taller asistía una población de paso. Algunas de ellas estuvieron durante todo el año.  
  La mayoría no había tenido mucho contacto con la escritura. Y el poco que tenía estaba ligado al hecho de dar testimonio de alguna situación policial. Se les enseñó que la escritura puede ser otro espacio que no sea ése.    Y junto con Almada, Loza empezó a trabajar con lo que más les interesaba, desde la experiencia personal, como pequeños recuerdos. Sobre todo lo relacionado con la formación de la identidad de ellas, cuándo empezaron a travestirse.   Y se logró hacer una presentación a fin de año de los trabajos realizados.

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