Por Ana Na
Mojada y con frío seguí. La tormenta fue muy
fuerte, hasta cayeron piedras. Mi casa estaba lejos del camino y tenía que ir
caminando y cruzar un vado. Iría a mi trabajo. Cuando llegue al camino desbordó
el arroyo y “¡uy!, ¿cómo hago?”. Parecía poca agua y me atreví, poniéndome en
puntas de pie. Terminé con las zapatillas empapadas igual que las medias, pero
eso no fue impedimento para seguir. Caminé más de diez cuadras hasta el
negocio, así, empapada, y así trabajé toda la tarde y noche. Me acostumbré a
esa humedad que ya casi pasé por alto. Pero cuando llegué a casa me di cuenta
de que todavía estaban ensopadas las medias y las zapatillas, llenas de barro.
07/07/2014
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