jueves, 26 de junio de 2014

La media roja I



José, un estudiante de Periodismo de la Universidad de Lomas de Zamora, nos visitó el último lunes. Y se entusiasmó: nos regaló un texto que seguía la consigna planteada aquella tarde. Esta vez había que escribir un relato que incluyera la frase "se pasó una hora buscando la media roja". Esto es lo que resultó. ¡Gracias, José, por tu buena onda para con nosotros y por interesarte por el proyecto!

 Por José López
  Escuchó el timbre y temió lo peor: las mentiras serían verdades, los nudos se desatarían, las máscaras caerían y el rostro --su peor rostro-- quedaría al desnudo frente a ella. Ella, que pensaba que Mariano era un hombre incapaz de engañar, incapaz de cometer un acto que dañara a otro ser vivo; ella, que tenía en él puestas todas sus ilusiones, todos sus proyectos; ella… ¿podría resistir ver la cara de la verdad?
  Mariano quedó atónito, sin reacción. Miró entre los intersticios de la persiana y reconoció que era Ayelén, su pareja de hace cinco años, que lo visitaba de improviso, sin previo anuncio.
  Procuró no hacer ruido. Regresó en puntitas de pie a la habitación en cuya cama yacía Julia, una mujer de cabellos rubios, un tanto histriónica, que robaba miradas masculinas tanto cuando llegaba a un sitio como cuando se iba.
  “¿Dónde la meto?”, pensó Mariano. El timbre volvió a sonar. El perro ladraba insistentemente, como si quisiera advertir a Ayelén de que se retirara, de que no valía la pena enterarse así, de ese modo tan banal, tan novelesco.
  Juntó todas sus pertenencias, la miró fijamente y le dijo: “Te tenés que ir”. Julia, semidespierta y sin comprender, fue conducida por Mariano hasta el patio trasero, donde hay un galpón. La metió allí, aprovechándose del ensueño de Julia.
  La amante, revisando sus pertenencias, notó que le faltaba algo. Le avisó a Mariano y éste se pasó una hora buscando su media roja.
  Fue hasta la puerta y, con su mejor rostro, le abrió a Ayelén. La visita se desarrolló naturalmente los primeros minutos. En algún rincón de la casa, la verdad, el nudo y la máscara seguirán luciendo sus mejores ropas: una media roja.

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