domingo, 22 de junio de 2014

Parece que va a llover

Ana Na tenía que escribir un relato que comenzara con la frase que titula este relato: "Parece que va a llover...". Y esto es lo que salió: una historia atravesada por el color y las formas de las nubes. La historia de un día, el mejor de los días.

Por Ana Na


  “Parece que va a llover” decía el pronóstico... Pero era una noche hermosa y clara de verano, se veía el cielo y las estrellas tan cerca que parecía que iba a tocarlas con las manos. En el campo todo se ve diferente: sólo la naturaleza y yo.
  El día siguiente sería mi día libre y planifiqué ir al río para estar más cerca de la naturaleza y embriagarme de ella.
  Estuve toda la noche mirando el cielo. Si cambiaba su color intenso, si las hojas de los árboles se movían, pero la quietud reinaba en el lugar. Sólo se escuchaba la orquesta de grillos y cigarras... No había nadie en el lugar.
  Luego de mirar extasiada todo ese hermoso cuadro descomunal me fui a la cama pensando ... ¿cómo amanecerá? ¿Será cierto el pronóstico que tantas veces falla? No. Mejor no pensar en eso y pensemos que el día nos sorprenderá.
  Amaneció brillante: el sol estaba más fuerte que nunca... Sentía que los rayos curtían mi piel. Era el día indicado: “voy a aprovechar a full”.
  Desayuné en la terraza y enseguida me preparé unas pocas cosas para llevarme. Salí de casa sin querer perder un sólo minuto y al llegar al auto empezaron a asomarse algunas nubes pero me dije “es típico de este lugar en el valle”.
  Cada vez eran más gordas y enormes con formas diferentes y algunas de colores, otras grises. “Ufa”, pensé, ¿tendrá razón el servicio meteorológico otra vez?” Nadie lo puede saber.
  Tenía unos 15 minutos de viaje hasta llegar al lugar preferido. Había mucha gente sobre el mediodía, casi no había un lugar tranquilo. Hasta que por fin vi una playita pequeña y ése sería mi lugar.
  Las nubes habían quedado atrás. El cielo totalmente azul contrastando con el verde de los árboles y el cristal del agua tibia que corría fuerte entre las piedras. Fue increíble ver los cambios que se produjeron en el clima en tan poco tiempo.
  Me quité la ropa y enseguida a sumergirme entre las piedras buscando el sitio donde más podía disfrutar y allí llegué.
  Pasé horas contemplando la armonía de la naturaleza ... ¡Qué increíble!
  Terminaba de mojarme y caminaba por la arena esquivando rocas en el agua. Hacía mucho calor. No podía dejar de sentir la tibieza del agua limpia sobre mi piel y disfrutar el sol a pleno.
  Comí algo, tomé agua hasta cansarme. El calor secaba mis labios y la sed era insistente.
  Estuve allí hasta que la hora fue llegando y volvería a trabajar pero no quería desprenderme de todo lo que me rodeaba.
  Comenzó a llegar más y mas gente. Los niños comenzaron a arruinarme el sonido del silencio... el sonido del agua de las cascadas y ya no podía escuchar el canto de los pájaros.
  Fue entonces cuando decidí volver. Al regreso me di cuenta de que el cielo había cambiado, ya no se veía el sol y las nubes eran un todo que cubría mi vista.
  Sólo alcancé a llegar que empezaron a caer algunas gotas y en pocos minutos el diluvio había llegado.
  Desde mi ventana pude ver que llegaron a caer piedras del tamaño de pelotas de golf en forma incansable. Los rayos me iluminaban una y otra vez como si el cielo fuera a partirse en varios pedazos.
  Sí... era real… tenía que llover pero por suerte el desafío de disfrutar en el río no quedó guardado. Pude gozar de todos los cambios del tiempo la noche... el día... el sol... las nubes... la naturaleza... el río y mi alma llena de satisfacción por haber disfrutado del mejor de mis días.


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