domingo, 15 de junio de 2014

Una convicción y un obstáculo



Por María Silvina Prieto

  La situación de incertidumbre en la que se encuentra la mayoría de los privados de su libertad me hace replantearme mi futuro. Después de varios años de encierro, y no faltándome mucho para recuperar la libertad, pienso: ¿qué será de mi vida? Porque una cosa es soñar o el deseo de ser y hacer, y otra muy distinta es la realidad. Salgo con la firme convicción de querer trabajar. Pero, ¿en qué? No tengo veinte años y para colmo tengo antecedentes. También tengo un oficio y una profesión, pero a la hora de buscar un empleo va a pesar más la cárcel que mis capacidades. Entonces: ¿qué se supone que tengo que hacer?
   Una vez leí en un suplemento de Economía que tener un proyecto es el mejor seguro de desempleo, y yo estoy llena de proyectos. Estar preparada para superar obstáculos, negativas y fracasos no es fácil, y más habiendo pasado por una estructura cerrada. Me considero una persona optimista, pero esto me supera. Me han dado la posibilidad de participar en una cooperativa y tampoco puedo. Estoy inhibida. Qué hago. Me desespero.
   “Calma”, me digo. “Investigá un poco.” Y descubro que no existe a nivel nacional una ley que habilite a los condenados a trabajar en cooperativas, o en ningún lado. Pero sí existe a nivel provincial. ¿Por qué esta contradicción? Por un lado, se encierra al delincuente. Y cuando éste sale no tiene oportunidad de trabajar. Por otro lado, las cárceles son hacinamiento de seres humanos y no se provee ninguna herramienta para el afuera.
   Señores: ¿es demasiado pedir una ley que nos permita trabajar en blanco, que nos permita no seguir siendo engranajes de la maquinaria penitenciaria?
   Quiero trabajar para volver a recuperar mi dignidad. Para ocupar mi tiempo en ser útil, a mí, a mi familia. Poder verme digna delante de mis amigos y no tener que estar pidiendo favores, ya que tengo la fuerza para trabajar.

Abril de 2014

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